Y más si las asociamos al típico profe que todos hemos sufrido. Vestido de negro, excepto por las eternas manchas de tiza que adornaban su traje de felpa; cara de aburrido, que el pobre hombre parecía que sólo comía acelgas hervidas, ojos medio cerrados y un aire de frustración constante y como de no enterarse de nada. Lo normal era llamarle "El Cuervo" o lindezas por el estilo.
Poco a poco las cosas fueron cambiando. Primero aparecieron aquellas calculadoras que ¡oh milagro! multiplicaban solas. Debía haber algún duendecillo que se sabía las tablas. Y te pasabas las horas muertas, haciendo operacionas para que te saliera el número8704. Entonces, dabas la vuelta a la calculadora y parecía que ponía hOLA (echadle imaginación).
De repente, el profe no era tan viejo (o tú habías crecido) y las matemáticas no eran tan rollo.
Desde entonces, la cosa ha cambiado mucho. Los contenidos son los mismos, pero los materiales son casi infinitos. Las calculadoras son científicas, que hablan y todo; los libros, digitales; las pizarras se llaman PDI (os imagináis los chistes si fuesen PDOs). ¿Y los profes? Somos los alumnos de antes y los futuros compañeros de trabajo de los alumnos de ahora. Tratadlos bien.
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